La sorpresa que para muchos constituyó el 17 de diciembre podría impedirnos diferenciar cuánto de lo que hoy ejecuta la Administración Obama es fruto de su propia iniciativa o del ascenso de una tendencia específica dentro de la clase política en los Estados Unidos para enfrentar el grave problema que para ellos ha significado la existencia de la Revolución cubana. ¿El discurso y acción de Obama desde su ascenso a la presidencia, y en particular, su decisión de afrontar un proceso de normalización de las relaciones con el gobierno cubano son el resultado de una especie de “iluminación” suya y de sus asesores? ¿o por el contrario; refleja la preponderancia de estilos diseñados desde mucho antes?
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